Obama tiene un plan

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Barack Obama, durante su discurso sobre el estado de la Unión en el Congreso de EE. UU. en Washington, el 12 de febrero de 2013 (www.uptownmagazine.com)

Esta noche, durante su discurso sobre el estado de la Unión, Barack Obama ha presentado una lista de propuestas concretas para reforzar la clase media y «completar la tarea» de hacer el sueño americano accesible para todos los ciudadanos sin distinción. Si el pasado 21 de enero, en su ceremonia inaugural, el presidente apeló a la retórica con un discurso grandilocuente, de principios puramente progresistas y cargado de lírica, hoy Obama ha bajado a la tierra para, de manera más prosaica, ofrecer la letra pequeña de su plan: en síntesis, reducción equilibrada del déficit, reactivación económica, lucha contra el cambio climático, reforma migratoria y control de armas.

A las 9:09 de la noche, el ‘Sergeant at Arms’ de la Cámara de Representantes (un ujier con funciones protocolarias) anunciaba la entrada del presidente de los Estados Unidos. Como una estrella de rock, Obama recorrió la distancia que le separaba del estrado saludando a los congresistas, senadores e invitados, repartiendo abrazos y sonrisas y levantando el pulgar en señal de aprobación. Como arranque de su discurso, aludió simbólicamente a una frase de Kennedy, para decir que los partidos Demócrata y Republicano deben ser «socios para el progreso». Quizá para compensar el tono partidista de su alocución inaugural de hace unas semanas, el presidente afirmó que mejorar el estado de la Unión es «una tarea de todos».

Obama señaló que actualmente en Estados Unidos hay varias señales de progreso —entre otras, el fin de una década de guerras, la mejora de la Bolsa o el aumento en las ventas de coches—, pero recordó que queda mucho por hacer, como demuestra el número de personas buscando trabajo o que los beneficios empresariales estén por las nubes y los salarios por los suelos. Por tanto, el presidente apeló a poner «el interés de la nación por encima del de partido» y llegar a acuerdos razonables. Desde luego, Obama tendrá que buscar estos acuerdos con una Cámara de Representantes dominada por los Republicanos para sacar adelante sus propuestas.

Por ejemplo, acerca del déficit, que tanto preocupa a los Republicanos, Obama reconoció la necesidad de hacer una «reforma modesta» en el terreno de las prestaciones sociales para asegurar la sostenibilidad del sistema, al modo de lo que ha ocurrido en España y otros países europeos con las pensiones. Sin embargo, aseguró que cualquier reforma fiscal, para ser equilibrada, debe exigir un esfuerzo extra a los más ricos. Recalcó el presidente que tanto Republicanos como Demócratas tendrán que renunciar a algunos de sus objetivos para alcanzar un compromiso antes del 1 de marzo, y así evitar el temido «sequester», los recortes automáticos de gasto que se producirían por ley en esa fecha en caso de falta de acuerdo y que afectarían gravemente a la economía estadounidense y mundial.

Sin embargo, «la reducción del déficit por sí misma no es un plan económico», recordó Obama en una frase que muchos desearían escuchar a los principales dirigentes europeos. Por ello, el presidente defendió la necesidad de traer puestos de trabajo de vuelta a EE.UU. —ante la sonrisa del consejero delegado de Apple, presente en la sala en lo que pareció una cuña publicitaria, Obama anunció que la empresa fabricará ordenadores Mac en suelo estadounidense— y presentó un plan de inversión para renovar «70.000 puentes con deficiencias estructurales» y otras infraestructuras.

Mencionó también Obama la lucha contra el cambio climático, y anunció planes para desarrollar las energías renovables y reducir a la mitad durante los próximos veinte años la energía que se malgasta en hogares y negocios. Siguiendo con su batería de medidas algo inconexas, el presidente habló también de educación: pidió a las universidades que reduzcan los precios de las matrículas y —en línea con lo que logró con la sanidad en la pasada legislatura— propuso la universalización de la educación preescolar.

Sin embargo, el aplauso más estruendoso se escuchó cuando Obama habló de su propuesta de «reforma migratoria exhaustiva», que resumió en tres puntos: mayores controles fronterizos —con «más botas en la frontera sur que nunca»—, un «camino responsable» para que los inmigrantes ilegales accedan a la ciudadanía —que requeriría revisión de sus antecedentes, saber inglés y pagar impuestos, entre otros requisitos— y asegurar que EE. UU. atraiga a los mejores emprendedores e ingenieros extranjeros.

Quizá la propuesta más puramente progresista de Obama fue su anuncio de que pretende subir el salario mínimo federal a 9 dólares la hora, o unos 13.920 euros al año (en España el salario mínimo interprofesional para 2012 fue de 8.979,60 euros anuales). También afirmó que este año otros 34.000 soldados se retirarán de Afganistán, y que el año que viene la guerra habrá terminado.

En política exterior, Obama se mostró bastante cauto y aportó pocos titulares más allá de un compromiso de «mayor transparencia» en el asunto de las ejecuciones selectivas con «drones» o aviones no tripulados. Afirmó que hará «todo lo necesario» para evitar que Irán alcance la bomba atómica y no ofreció ninguna solución nueva para los casos de Corea del Norte y Siria. Eso sí, hizo una mención al futuro acuerdo de comercio transatlántico entre EE. UU. y la U.E., que podría beneficiar considerablemente a ambas economías.

El momento más emotivo del discurso llegó al final, cuando Obama abordó el tema del control de armas, tan sensible en EE. UU. Defendió su propuesta de controles universales de antecedentes para los compradores y la prohibición de venta de armas de asalto diseñadas para la guerra, y ante numerosas víctimas de tiroteos que se encontraban en la sala como invitados, puestas en pie y vitoreando —entre ellas los padres de Hadiya Pendleton, una niña de 15 años que actuó en la ceremonia inaugural de Obama en enero y que fue tiroteada y asesinada la semana pasada—, exhortó a los miembros del Congreso a abordar el asunto sin dilación, diciendo: «Gabby Giffords —la ex congresista que sobrevivió a un atentado con arma de fuego, también presente—, las víctimas de Newtown, las de Aurora… merecen una votación.»

Tras acabar su discurso, Obama se retiró como había llegado: agasajado por todos y firmando autógrafos como la celebridad que sin duda es. Ahora bien, con una Cámara de Representantes de mayoría republicana, está por ver que su indudable tirón mediático se traduzca en la aprobación de la batería de propuestas que esta noche ha ofrecido a los estadounidenses.

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